EL CAPITALISMO DEL BUEN SALVAJE: Nuevo Neoliberalismo e “inclusión social”

28.03.2014 01:30

Con la innegable profundización de la crisis global del capitalismo y los intentos por recomponer específicamente su dimensión ideológica, el neoliberalismo emergente ha hecho de la ‘inclusión social’ uno de los tópicos de mayor centralidad y referencia en los debates contemporáneos. Este tema al interior del neoliberalismo ha venido siendo objeto de un posicionamiento teórico y de sus prácticas, convirtiéndose en un instrumento eficaz para relegitimar el capitalismo hoy. Sin embargo, la idea de la inclusividad es, ante todo, un reflejo de las transformaciones y luchas interinas más recientes dentro del paradigma neoliberal, un fenómeno muchas veces inadvertido pero que si es abordado en detalle permite acceder a varios elementos para ponderar con mayor complejidad teórica y juicio político, la actual fase del capitalismo de época. En este ejercicio de reflexión, los foros neoliberales, como el Foro Económico Mundial, más comúnmente conocido como Foro de Davos, ilustran los intentos de recomposición de la crisis ideológica y epistémica y política que enfrenta hoy el sistema dominante y, a su vez, su comprensión permite recrear salidas anti-neoliberales e, incluso, perspectivas decididamente no-capitalistas.

 

1.      El ingrediente anti-neoliberal en el Sur Global: el pronóstico desde los Oprimidos

 

Sólo tomando el caso de los Estados Unidos, la gran mayoría de encuestas – descontando el nivel de malestar que expresan multitudes de protestas concretas y puntuales en el axis mundi del capitalismo global y que no se toman en cuenta en este tipo de sondeos - siguen registrando un descontento generalizado in crescendo, resumido contundentemente por el slogan: “Somos el 99%, ellos el 1%”[1]. Por esta razón, las élites hegemónicas siguen muy atentas – y, nos atrevemos a decir: con disimulada pero sostenida preocupación – la evolución de los efectos laterales y colaterales fruto de la creciente oleada anti-neoliberal que se registra en el Sur Global[2].

 

A la fecha, el anti-neoliberalismo muestra un calidoscopio bastante acabado e interesante, alimentado de variadas formas de protestas y novedosos repertorios de resistencias alrededor del mundo. Una cronología aún superficial pero representativa recorre – entre una diversidad de episodios - desde el “Caracazo” venezolano hacia finales de los ochenta y los levantamientos neozapatistas en México a mediados de 1990s hasta el contemporáneo Ocupa Wall Street usamericano, pasando por distintos eventos suramericanos como las Guerras del Agua y el Gas en Bolivia, los cacerolazos y los Movimientos Piqueteros en Argentina y, más recientemente, las movilizaciones contra el extractivismo urbano ocasionado por la Copa Mundial de Fútbol y los Juegos Olímpicos en Brasil; también las manifestaciones contra la mercantilización progresiva de la educación pública con la participación de vastos sectores populares animados por el despertar del movimiento estudiantil en países ‘modelos’ del neoliberalismo en el siglo XXI como Chile (donde varias manifestaciones derivaron en contenciosos populares versus el sector financiero extranjerizado) y Colombia, país donde paralelamente se valora el resurgimiento de la movilización campesina enfrentada a los Tratados de Libre Comercio de la globalización neoliberal. La Primavera Árabe junto con la Indignación europea y también varios sucesos en Asia - aunque menos publicitados en Occidente - tomados con cautela y selectivamente, completarían este cuadro.

 

En su conjunto, las luchas más recientes continúan tras la búsqueda de una síntesis política que les permita trascender la puntualidad de las acciones contenciosas hacia un proyecto abarcador más allá de la espontaneidad original que ha animado inicialmente estos movimientos. No es menos cierto – sin embargo - que poco a poco se van acumulando experiencias inspiradoras, claves para otros escenarios sobrevinientes y que fortalecen el panorama global hacia el futuro en número, compromiso, conciencia y frecuencias. Aquí vale la pena seguir subrayando el componente anti-neoliberal que inspira la más reciente tradición de los oprimidos – si es posible utilizar para estos casos la famosa frase de Walter Benjamin – como un elemento crucial a la hora de realizar pronósticos. También a la hora de ponderar tácticas y estrategias que unifiquen criterios y luchas.

 

Teniendo en cuenta las temporalidades y las espacialidades específicas que ha mostrado el capitalismo de época, es decir, el neoliberalismo, y con base en sus trayectorias históricas en la periferia latinoamericana desde la década de 1970s por ejemplo, o las más recientes desarrolladas en países centrales europeos y en los Estados Unidos, se podría generalizar que la dinámica esencial del sistema capitalista: la producción y reproducción constante de las desigualdades sociales, vía la explotación económica, reforzada con la dominación política y la opresión social en sus diferentes versiones, intenta evitar la exasperación de sus propios límites y con ello poner en riesgo su misma existencia, acudiendo entre otras fórmulas a la inclusión social. Es más, ésta es una de las recetas que se ha mostrado bastante fértil para consolidar sus conquistas sin que se desvanezcan –  al contrario, se materialicen rápidamente - sus logros. No obstante, ¿cuál es el trasfondo bajo el cual se han podido desplegar este tipo de acontecimientos?

 

2.      El nuevo componente neoliberal en el Norte Global: el diagnóstico Davos

 

Uno de los signos más reveladores sobre la actualidad presente se cierne alrededor de lo que varios autores han bautizado el Mundo Davos – y añadimos aquí: la capital epistémica e ideológica del Norte Global - y que tiene como referencia concreta y material el Foro Económico Mundial el cual se realiza anualmente en la ciudad de Davos y, por lo tanto, es conocido coloquialmente como el Foro Davos. Más allá de varios detalles acerca del Foro, este lugar de enunciación hegemónico retiene una centralidad característica ya que recientemente las élites dirigentes mundiales se han visto obligadas a reconocer pública y oficialmente desde hace varios años – al menos, bajo una disimulada preocupación que contrasta con las posiciones sostenidas durante en el siglo anterior y sin que ello llegue a constituirse en un giro radical en sus perspectivas pues el discurso en el fondo resulta invariable - que la economía-mundo hoy por hoy enfrenta una crisis “del” capitalismo y no un mero desarreglo excepcional “en” el sistema o en alguno de sus “sectores”. No es una casualidad que la pregunta más acuciosa durante las sesiones del Foro Económico Mundial durante los últimos años (especialmente en 2012) se haya interrogado sobre el futuro del capitalismo.

 

Y si bien en este tipo de escenarios hasta el momento no se acepta sino relativamente que asistimos a una crisis en general, estructural y de largo plazo de la totalidad del sistema capitalista - hay que recordar que estamos hablando de personajes como Klaus Schwab, principal vocero del encuentro y co-fundador del Foro junto a Friedrich Von Hayek, comúnmente reconocido como el Padre del Neoliberalismo -, sí resulta bastante sintomático el hecho que el diagnóstico elaborado por las élites en el Mundo Davos, deslicen advertencias sobre una crisis “política, económica y, particularmente, financiera”; es decir, una perspectiva que involucra diferentes dimensiones, a diferencia de lo que ellas mismas habían señalado años antes frente a las equivocadas (mal)interpretaciones que promociona el pensamiento único y convencional. Si se revisa el desarrollo de los pronunciamientos que desde el año 2010 en particular vienen instalándose en el corazón del Mundo Davos, año en el cual tímidamente se empezaba a sugerir que la crisis encarnaba problemáticas más allá de lo financiero, las élites globales no han tenido otra opción que ir susurrando que esta crisis incluye – aún en sus propios términos titubeantes - otros “sectores” (por esa época proponían además del sector financiero, crisis en la energía y el empleo). Ahora hablan de la existencia de sectores críticos, políticos y económicos y más recientemente medioambientales.

 

Esta situación no debe minimizarse. Una vez que estalló el colapso financiero en Wall Street y se extendieran en adelante sus efectos a lo largo y ancho de Europa (y más subrepticiamente a nivel global), la tesis sobre una crisis en general, estructural y de largo plazo “del” sistema ha sido objeto de un ocultamiento sistemático, igualmente de una irresponsable desinformación, por parte de la tríada hegemónica de medios masivos de comunicación, las autoridades gubernamentales y los mal-llamados organismos “multilaterales” (FMI, BM, etc.), como una de las fórmulas para continuar manipulando a la opinión pública.

 

El consenso convencional en este particular ha querido ubicar esta crisis exclusivamente en el terreno financiero como intentado calmar los ánimos y dejar la impresión que la crisis es simplemente un problema que involucraría algunos bancos, puntualmente usamericanos y europeos. Además, pretendía sugerir que el origen de los problemas se relacionaba con algunos “desarreglos” fruto de la inmoralidad de un puñado de especuladores fraudulentos. Esta interpretación convencional intentaba seducir con la idea que las convulsiones actuales no se relacionan con el funcionamiento del capitalismo como un todo (un sistema no sólo económico sino sobre todo de naturaleza sociopolítica que se reproduce a través de crisis, más allá que esta crisis sea excepcional y plantee desafíos insondables para el futuro de ¡la civilización humana!) sino de una especie de complot orquestado por un grupo irracional de malhechores e inmorales corredores de bolsa que conspiran desde Nueva York, Londrés o París, disipando así las razones verdaderas que causan esta crisis. Vale decir que en las lógicas financieras actuales, las prácticas delincuenciales por más que sean consideradas legales son la norma y la lógica estructural del sistema fácilmente ha derivado – antes como hoy - en situaciones de este tipo.

 

Ahora bien, renombrados analistas y círculos académicos e intelectuales afines al statu quo han reforzado esta idea aunque por otra vía: bautizar la presente crisis como una Gran Recesión, operación que intenta matizar aún más la gravedad de los tiempos presentes.

 

Esta nominación, además de reconocer – en algún sentido - la inocultable magnitud de esta crisis, simultáneamente ha tenido el efecto de impedir cualquier tipo de remembranza que asimile la actualidad a la tristemente célebre Gran Depresión mundial de la década de los 30s, la cual - no olvidemos, en ese momento – amenazó arriesgar la continuidad del capitalismo hasta ese entonces conocido, obligando una recomposición de fondo al sistema para garantizar su continuidad. En ese trance se deben incluir dos Guerras Mundiales, la profundización del imperialismo neo-colonial (con la opresión y explotación en la “nueva relación” entre los países del centro y de la periferia) y la prórroga del liberalismo económico que venía practicándose desde el inicio del siglo XX en las tentativas de construcción del llamado Estado de Bienestar.

 

La idea de presentar esta crisis simplemente como una “recesión” tiene cada vez mayores dificultades para convencer a la opinión pública alrededor del mundo del carácter provisional y quizás incluso - tal y como se atrevieron algunos a corroborar – efímero de la crisis. Resulta también un argumento poco versátil para reconducir, aún en lo subjetivo, las tensiones y malestares de todo tipo que vienen profundizándose entre las grandes mayorías empobrecidas (desde los mal-llamados “miserables” y pobres, hasta las clases medias indignadas). También resulta cada vez más inconsistente para calmar los ánimos de rebelión y luchas que vienen acumulándose desde hace un par de décadas y que hoy se manifiestan – a su manera y según su contexto – defensiva pero también activamente.

 

La evolución y, especialmente, los graves efectos directos o colaterales que se desprenden de esta crisis (hablamos de las múltiples crisis que convergen en esta Crisis: alimenticia, energética, medioambiental, biológica, económica – a nivel productivo, financiero tanto en el sector público como privado -, política, epistémica y, por supuesto, social) son demasiado contundentes y día tras día resultan incontrovertibles como para seguir sustentando con algún tipo de validez social o productividad política todos estos engaños o, incluso, darle credibilidad a las “salidas” que se proponen desde el establishment mundial.

 

Es lógico que, ante un diagnóstico “errado” por parte de las élites mundiales, aunque también hay que decirlo: muy funcional para mantener (y aprovechando esta oportunidad, acrecentar) sus propios intereses, las mentadas salidas a la crisis no resultan tales y, por el contrario, la seguirán profundizando.

 

Pero más allá de los mea culpa que comentamos y que podrían interpretarse como triunfos relativos en el terreno ideológico frente a la visión única que ha planteado el neoliberalismo, no hay que ser demasiado optimistas ni tampoco incautos de cara a las “alternativas” que se intentan construir por parte de la hegemonía y las clases dominantes. Es lógico que tanto el “futuro” como las “salidas” a la crisis actual, avaladas en espacios como Davos, no sean otros que las de la mirada neoliberal.

 

Decíamos que fruto de la crisis epistémica e ideológica por la que atraviesa el capitalismo neoliberal hoy, habría que registrar que el convencionalismo reinante de las últimas décadas ha sufrido varios golpes – afortunadamente no desde la teoría abstracta sino desde las realidades concretas. Teniendo en cuenta ese trance, hoy se busca consolidar “nuevos” referentes. Eso sí, sin extralimitar en ningún momento su identidad ideológica fundamental: la neoliberal.

 

La actual crisis ha acelerado una reconfiguración al interior del neoliberalismo en general inadvertida y que se ha venido gestando desde los últimos años del siglo pasado, a través del relevamiento en la hegemonía que venían disfrutado dentro de esa ideología las posiciones neoliberales ortodoxas, en su gran mayoría de inspiración laissezferista (laissez-faire, laissez-passer, “dejar hacer, dejar pasar”). El proceso actual registra que la renovación del ideario neoliberal se abre paso desde otras posturas igualmente neoliberales pero heterodoxas, trance que permite la recomposición emergente del capitalismo neoliberal con el fin de enfrentar las vicisitudes que le plantean los nuevos tiempos y ante los cuales el extremismo ortodoxo no parece ofrecer ya respuestas viables.

 

La heterodoxia neoliberal históricamente se ha caracterizado por ser crítica del exagerado - y en su opinión: peligroso - libertinaje de los mercados (desregulación) que la ortodoxia convencional ha profesado y puesto en práctica. No obstante y al mismo tiempo, la heterodoxia neoliberal es fiel defensora de lo que considera auténticas “libertades del mercado”: máxima libertad para los mercados pero con “regulaciones oportunistas”, es decir, arbitrajes ocasionales desde las autoridades público-estatales dirigidos a “corregir” puntual, eventual y momentáneamente los fallos del mercado (el proceso de acumulación capitalista) y, en algunos casos, los resultados sociales que en adelante puedan obstruir sus lógicas. La presencia del Estado se justifica entonces en función exclusiva del Mercado, a la manera de una acción “quirúrgica” y provisional. El emergente neoliberalismo heterodoxo – al unísono con las posturas de la ortodoxia, desde luego - se opone radicalmente tanto al intervencionismo estatal (por ejemplo, el capitalismo keynesiano) como a la planificación centralizada (puesta en práctica en la mayoría de los extintos socialismos estatales).

 

Este tránsito al interior del neoliberalismo no sólo se despliega desde las cuestiones abstractas relativas al sistema de pensamiento (guías ideológicas e intelectuales de tipo político y económico). Por supuesto, influye en la renovación de sus prácticas concretas (programas y medidas en el terreno de las políticas públicas).

 

El Mundo Davos y las voces dirigentes del mundo continúan entonces sosteniendo que esta crisis se está, se viene y se seguirá resolviendo no sólo con más capitalismo (matriz y raíz de la actual crisis) sino, aún peor: con más neoliberalismo, fase del capitalismo en la cual se han exacerbado las principales contradicciones del sistema y que, no sin razón, se lo ha denominado coloquialmente: capitalismo salvaje.

 

El Foro Económico Mundial celebrado en 2012 nuevamente aporta claves adicionales para seguir testificando la obstinada cristalización ideológica del proyecto hegemónico.

 

Resulta ser todo menos que una simple casualidad que la versión referida del Foro de Davos llevara ese año por título: La Gran Transformación. Modelando nuevos modelos. Desde una interpretación más aguda, ¿a qué pudo convocar esta “Gran Transformación”? Qué novedades supondría tal provocación?

 

La referencia más obvia del título “Gran Transformación” se vincula con la obra de un autor neoliberal (heterodoxo) – más allá que para algunos resulte ser una sorpresa –: Karl Polanyi y quien describió y analizó lo que se consideraba en su época la causa fundamental del desorden económico del sistema capitalista (mediados del siglo XX): la autorregulación del mercado. Precisamente en su obra más famosa: La Gran Transformación que data de 1944, este intelectual austro-húngaro, miembro pleno de la Sociedad Mont-Perélin, foro ab origine del neoliberalismo (y el cual, de hecho, evoluciona hasta convertirse en el Foro de Davos actual), anticipaba el Fin de la Historia humana en la Sociedad Capitalista - ¡mucho después que David Ricardo propusiera hacia finales del siglo XIX el “estancamiento final” de la civilización en el capitalismo y, por supuesto, muchísimo tiempo antes de que el mediocre best-seller de Francis Fukuyama “cautivara” al mundo -. La tesis de Polanyi, al igual que la de Ricardo, describe la imposibilidad histórica de ir más allá del capitalismo. Si se quiere: el capitalismo sería la última etapa superior en la evolución del hombre y la sociedad, de la humanidad. Sin embargo, como el buen neoliberal heterodoxo que fue, Polanyi se refería a la existencia perenne de un capitalismo regulado pues, en contra de las posturas ortodoxas del neoliberalismo de la época, sabía muy bien que el leseferismo y los entusiastas llamados a que el mercado lo podía todo como ordenador armónico de la sociedad eran un disparate. Más acá de esta anécdota en particular, no resulta una curiosidad ociosa preguntarse qué hay detrás de todas estas coincidencias.

 

Ciertamente, la respuesta ideológica a la Gran Depresión de los 30s tuvo como salida ideas, prácticas y la construcción de instituciones “redistributivas” (de tipo económico pero que repercutieron en lo político desde el punto de vista del “equilibrio” en el poder de clase) que iban desde formas keynesianas hasta fascistas. Sin embargo, la perspectiva keynesiana sirvió finalmente como la base ideológica para el orden capitalista de postguerra en detrimento de aquella profesada por los defensores del liberalismo puro quienes interpretaban la tendencia hacia la autorregulación de la sociedad organizada en torno al Mercado, el fin de la Historia. Fueron los neoliberales, desde la heterodoxia pero especialmente desde la ortodoxia, quienes se constituyeron en los críticos más acérrimos del keynesianismo pues si bien bajo esta fórmula se lograría mantener el presupuesto imprescindible de “garantizar” la continuidad del proyecto económico y político del capitalismo había que avanzar en la historia a través de la instalación de un nuevo liberalismo contemporáneo, desde luego, ajustado a la novedad de los tiempos que suponía el capitalismo tardío.

 

Antes como hoy, los llamados neoliberales ponen de presente la necesidad de una “vuelta” al Estado como principal herramienta para regenerar al capitalismo convaleciente.

 

En este aspecto subsiste mucha confusión y, por lo general, un irreflexivo pensamiento mágico que observa en el “fortalecimiento” de las acciones y la mayor presencia estatales un atentado automático contra el neoliberalismo. En estas posturas la reflexión de que el Estado y su aparato tienen un carácter de clase y por lo tanto, son capitalistas en general, y hoy, neoliberales en particular, brilla por su ausencia. El Estado se encuentra subordinado (positiva o negativamente) al mercado, pero subordinado al fin y al cabo, con lo cual resulta funcional al régimen de acumulación, a pesar que en momentos como éste, se puedan verificar ciertas situaciones en donde el Estado capitalista parezca en principio “ir contra” el proceso de la acumulación capitalista y mantenga – digámoslo así – cierta autonomía relativa pues, al final de cuentas, es la institución social más poderosa que podría eventualmente garantizar la “normalidad” del proceso.

 

La Gran Transformación que se anima es, pues, la de recomponer el capitalismo de mercado - en concepto de la hegemonía, la única opción - intentando estabilizarlo a través de la no-acción del Estado, es decir, a través del aparato estatal como regulador (eventual) de los “fallos del mercado”. Esta cuestión resulta desde luego bastante alejada y es bien diferente de la inacción del Estado (profesada por el neoliberalismo ortodoxo) y tampoco debe confundirse con la acción estatal que supondrían la intervención (sostenida) o planificación desde el Estado.

 

3.      El Capitalismo del Buen Salvaje

 

Al lado de la mentada Gran Transformación, hoy la fórmula política para sortear la crisis incluye en lo esencial el mismo repertorio del pasado: reformas estructurales más la presencia reguladora del Estado vía las llamadas: “alianzas público-privadas”, es decir, el aparato estatal cumpliendo funciones públicas con el fin de garantizar del “buen funcionamiento” de los mercados (verbi gratia Europa). En distintas geografías, varias de esas propuestas han popularizado con gran énfasis el lema de construir un “capitalismo en serio”, fraseología que gran parte de la comunidad académica, particularmente en América Latina y especialmente en Suramérica ha venido acogiendo, traducida en sus propios términos como: modelo neo-desarrollista (una especie de neo-keynesianismo tropical) con el cual algunos se atreven a verificar una época post-neoliberal, y que varios convocan e invocan como el nuevo progresismo.

 

A pesar que todas estas tramas intenten ser presentadas con alguna suerte de sofisticación resultan ciertamente vacías e insostenibles, tanto epistemológica como políticamente. Estos posicionamientos discursivos tienen como misión desintegrar, sobre todo en lo ideológico, la gran fuerza popular anti-neoliberal que la vida real ha venido constituyendo los últimos años, subestimando la actualidad de este acumulado de luchas, en tanto los neo-desarrollistas post-neoliberales las consideran anacrónicas, imposibles o inútiles, aferrándose a la hipótesis según la cual el neoliberalismo es “una cuestión del pasado”, y de paso descalificando folklórica y sistemáticamente varios llamamientos decididos (en este caso, sí, de manera auténtica) a destituirlo.

 

La cuestión en diferentes latitudes posee variantes. No obstante, en todos los casos - sea Centro o Periferia – el denominador común converge en la misma convocatoria: neoliberalismo con (algo de) “inclusión social”.

 

En Europa y en los Estados Unidos la tentativa se sigue “hacia la baja” pues hay que destruir lo que aún queda del Estado de Bienestar y de la Seguridad Social (idea que incluso está en los límites del capitalismo pero que hoy desborda la semántica propiamente neoliberal y por lo tanto se considera “peligrosa” e “incómoda”) para restituirla ideológicamente y en los diseños de las políticas públicas bajo el tópico de la inclusividad, una cuestión que se presenta como análoga pero que resulta bien diferente y definitivamente regresiva. En la periférica América Latina y el Caribe, por ejemplo, se trata de aprovechar la devastada situación social actual – y que el mismo neoliberalismo ha profundizado a niveles innombrables desde hace décadas – para “elevar” a concepto político y como objeto de las políticas las impúdicas y más aberrantes condiciones de pobreza, miseria, desigualdad, etc., aunque sólo y exclusivamente en sus límites, en sus extremos (pobreza extrema, desigualdad extrema), desentendiéndose así de la problemática estructural de fondo y, de paso, desactivando gran parte de las resistencias que precisamente son el resultado de ese escenario. Aún más allá: se pretende administrar y gestionar tales condiciones directamente re-produciéndolas, volviéndolas a producir, ahora bajo otras formas. En algún punto, y estrangulando los relativismos, estas situaciones podrían considerarse como necesarios hechos progresistas. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el punto de partida aquí es el subsuelo del infierno y si no se propone alguna escalera al cielo, “lo progresivo” entonces no tendría ningún sentido y se desvanece en el aire.

 

Al nivel de lo político e ideológico, el Capitalismo ‘en serio’ (mote insistente en discursos como el de Cristina Fernández de Kirchner en Argentina y Luiz Inácio Lula Da Silva y Dilma Rousseff en Brasil - ¡los dos países paradigmas del autoproclamado modelo neodesarrollista en esta latitudes! -) no significa otra cosa que el continuismo neoliberal, el más salvaje de los capitalismos, aunque en una forma menos extremista, digamos: menos cavernícola, insistimos, siempre en el límite de los extremos. Tal operación no lo exime ni quiere eximirlo de su salvajismo innato. La propuesta sería por lo tanto “civilizar” al neoliberalismo un poco, convocando una especie de buen salvaje el cual, por más bondad que quieran adjudicarle, salvaje al final, de cabo a rabo. Al nivel de las políticas nuevamente se trata del eufemismo de la “inclusión social”. Una cuestión que si se la analiza de cerca, de entrada, rechaza cualquier avance real concreto en el mejoramiento de las condiciones de vida (no solo referido a las situaciones particulares) de las mayorías empobrecidas en la región más desigual del mundo.

 

En palabras menos metafóricas se trata de llamar la atención sobre los resultados nocivos exacerbados en materia de pobreza, desigualdad, etc., fruto del sistema vigente y que hoy por hoy desde una dimensión extraeconómica pueden poner en riesgo la acumulación capitalista hacia el futuro. La astucia de la “inclusión social” debe someterse al principio del Mercado como dispositivo de organización social articulándose - y esta es la novedad actual - mediante ciertas dosis de regulación estatal (presencia oportunista y momentánea del Estado y de políticas compensatorias mínimas) lo cual debe diferenciarse rigurosamente – en la semántica del neoliberalismo - del intervencionismo de Estado y de la planificación centralizada, opciones que se encuentran evidentemente fuera de esta discusión.

 

Ello explica consistentemente, por qué, al nivel de estos instrumentos de política – insistimos - se han legitimado discursos y prácticas sociales tales como: la lucha contra la pobreza extrema – no se habla del objetivo de erradicar la pobreza -; la igualdad de oportunidades – es decir, una formalidad; no se trata de cerrar la brecha existente en la multiplicidad de desigualdades sociales concretas o materiales más obvias -, y otros tantos eufemismos que revelan los auténticos propósitos de esas iniciativas.

 

La hegemonía reinante ha tomado nota de las experiencias en América Latina y el Caribe, el Sudeste asiático y el continente africano, lugares donde se ha practicado sin reservas de ningún tipo la ortodoxia neoliberal.

 

A pesar de ser situaciones diferentes aunque no diametralmente distintas, las estrategias del neoliberalismo (las exitosas y también las que antes fracasaron) son retomadas y tienden a reeditarse. Su objetivo está en encontrar la mejor manera de paliar los efectos emergentes del capitalismo en general pero, más urgente aún, los que genera la inmediatez del salvajismo neoliberal en particular - hoy por hoy en avanzada - ya no a nivel regional sino apuntando decididamente hacia su realidad globalizante.

 

A partir de estas experiencias existe plena conciencia que la continuidad del neoliberalismo, después de su fase ortodoxa (fundamentalismo de mercado y las conocidas políticas de ajuste estructural, empezando por el relato de la austeridad que hoy finalmente se globaliza), depende en gran medida de su auto-renovación. La llamada “inclusión social” se constituye en una de las tácticas heterodoxas al interior del proyecto neoliberal. Ésta, antes que contradecir el núcleo esencial del neoliberalismo, lo complementa, al gestionar quirúrgicamente (regulando) los resultados exacerbados de la “desaglutinación social” que naturalmente provocan las lógicas mercantiles y que para el momento son imposibles de desdecir cuando se observan las tendencias - cada vez más obscenas – en materia de miseria, indigencia, pobreza, exclusión, explotación y desigualdad sociales global, regional y localmente hablando[3].

 

4.      Reflexión final: ¿Seguir-con ó Con-seguir?

 

El Sur Global definitivamente mantiene un significado crucial y, en cierto sentido, paradójico para el devenir de los tiempos.

 

América Latina y más específicamente Suramérica resulta ser, por antonomasia, el territorio de la traición a los oprimidos. Aquí es donde se lograron “neutralizar”, desconocer, desvanecer y deformar por parte de la hegemonía dominante, varias resistencias, demandas, expectativas y esperanzas durante la oleada anti-neoliberal, evitando la rápida propagación de proyectos políticos y programas económicos populares claramente contrarios al neoliberalismo. En este caso, el proyecto hegemónico continúa sin cambios sustanciales en varios lugares aunque ahora agazapado bajo otros nombres y reinventado bajo novedosas formas del capitalismo del buen salvaje. Pero, al mismo tiempo afortunadamente, NuestrAmérica resulta ser también la región donde varias resistencias anti-neoliberales – consideradas herejes al retomar la tradición de los oprimidos - finalmente transitan hacia fuertes organizaciones sociopolíticas y con voluntad de poder popular, trascendiendo política y económicamente en perspectivas no sólo contra-neoliberales sino incluso y más importante aún: anticapitalistas; desde luego, una blasfemia para los intereses dominantes.

 

Seguir-con la traición o Con-seguir la tradición es uno de los grandes dilemas que nos plantean nuestros tiempos.

 

Bibliografía

 

Puello-Socarrás, José Francisco y Gunturiz, Angélica (2013). “¿Social-neoliberalismo? Organismos multilaterales, crisis global y programas de transferencia monetaria condicionada”. Política y Cultura (México: Universidad Autónoma Metropolitana - Xochimilco) No. 40. ISSN 0188-7742, pp. 29-54.

 

Puello-Socarrás, José Francisco (2013). “8 tesis sobre el neoliberalismo (1973-2013) Revista Espacio Crítico (Bogotá: Espacio Crítico Centro de Estudios) No. 18. ISSN 1794-8193, pp. 4-18.

 

__________________________ (2013). “Breve historia del anti-neoliberalismo. Economía política sudamericana y paradigmas de desarrollo en el siglo XXI” en AA.VV., Anuario de Estudios Políticos Latinoamericanos, No. 1, Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Maestría en Estudios Políticos Latinoamericanos. ISSN 2339-4889, pp. 167-186.

 

__________________________ (2013). “Camino hacia la Podredumbre. Neoliberal/para/militarismo en Colombia. Un caso de Anocracia neoliberal” en: AA.VV., Cuadernos del GESCAL. Memorias del Grupo de Estudios sobre Colombia y América Latina, Buenos Aires: GESCAL. ISSN 2344-9535, pp. 55-78.

 

__________________________ (2013). “Neoliberalismo y reforma judicial en América Latina. Observaciones para el análisis del caso argentino” en: Gambina, Julio, Rajland, Beatriz y Campione, Daniel (comps.), Neoliberalismo y Reforma Judicial. La posición de la Federación Judicial Argentina. Buenos Aires: Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas – Fundación Rosa Luxemburgo. ISBN 978-987-97515-8-9, pp. 5-18.

 

__________________________ (2011). “A brief history of antineoliberalism. South American Political Economy and Development Paradigms in the XXI Century”. Ciência & Trópico Journal Vol. 35, No. 1 (Recife: Fundação Joaquim Nabuco). ISSN 0304-2685, pp. 71-94.

 

__________________________ (2011). “Escribiendo un ‘Nuevo Neoliberalismo’”. Anuario de Investigaciones (Buenos Aires: Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP) No. 1. ISSN 1853-6689, pp. 31-41.

 

__________________________ (2009) “América Latina: nueva tópica y viejos tópicos. Cartografía en torno a las formas y reformas de la política en el siglo XXI”. Revista de la COPPPAL: “La Reforma Política en América Latina y el Caribe. Propuestas para los Partidos Políticos” (Buenos Aires: Conferencia Permanente de Partidos Políticos de América Latina y el Caribe), pp. 92-109.

 

__________________________ (2008). Nueva Gramática del Neo-liberalismo. Itinerarios teóricos, trayectorias intelectuales, claves ideológicas. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales. ISBN 978-958-719-115-8 (166 páginas).

 

__________________________ (2010). “DAVOS 2010: Una cacofonía entonada en “RE Mayor” (mimeo). Disponible en línea en: www.colombiadesdeafuera.wordpress.com [https://wp.me/pmaom-4j].

 

 



[1] El año pasado (2013) se inició con una convocatoria directa a “hacer al capitalismo más inclusivo” (Wall Street Journal, enero 2013), escrito a seis manos, entre otros, por el nuevo director del Instituto Peterson para la Economía Internacional, Adam Posen (“Cómo el capitalismo puede reparar su machacada imagen”, https://bit.ly/TIpIpp). El Instituto Peterson para la Economía Internacional es reconocido ampliamente como el think tank (“tanque de pensamiento”) más influyente del mundo y entidad (también largamente reconocida como neoliberal) donde – no sobra insistir – “nació” el Consenso de Washington. Posen reemplazó en la dirección a Fred Bergesten, quien estuvo al frente del instituto por tres décadas circa y ahora es investigador asociado y Director emérito del mismo.

[2] Nos referimos al Sur Global tanto en el sentido geográfico como social y epistémico del término con el fin de subrayar la función periférica que cumplen determinados territorios, espacios, lugares (y desde luego: relaciones sociales y sujetos involucrados) en las lógicas del capitalismo contemporáneo.

[3] El escenario latinoamericano es, sin dudas, uno de los ejemplos más típicos de la (mal) llamada “política social” del neoliberalismo. Los Programas de Transferencia Monetaria Condicionada (PTMC) desplegados a lo largo y ancho del subcontinente y bajo diferentes denominaciones que son “plantillas” desde las cuales se ha diseñado el conocido “salvataje de los más pobres” (poorest’s bail-out) el cual – sobraría sospecharlo - contrasta con aquel reservado al capital financiero y que ha volatilizado aún más el status crítico del capitalismo financiero y crediticio.